Fina está sumida en una profunda tristeza, no solo por la pérdida de Isidro, sino porque el pensamiento de que él murió solo la atormenta sin cesar. Se siente desgarrada y llena de remordimientos, incapaz de aceptar que su ser querido haya pasado sus últimos momentos sin nadie a su lado. Digna, preocupada por el estado de Fina, intenta consolarla, pero la joven se niega a calmarse: “Nadie sabe cuánto tiempo estuvo allí solo agonizando”, repite, llena de dolor y desconsuelo.

Aunque Digna le asegura que Isidro murió en paz, Fina continúa atormentada. La joven confiesa entre lágrimas que quizás fue egoísta al querer tenerlo siempre a su lado, al querer vivir su vida sin pensar en la soledad que él pudiera sentir. Cada rincón de la casa le trae ahora recuerdos dolorosos, y el dolor es tan profundo que ha llegado a decirle a Digna que no desea volver allí. Este comentario hace que Digna se cuestione, ¿empezará a sospechar algo sobre la relación entre Fina y Marta?

Conmovida por el sufrimiento de Fina, Digna le asegura que nunca la dejará sola, cumpliendo así la promesa que le hizo a Isidro de cuidar siempre de ella. Como muestra de cariño y lealtad, le regala el transistor que pertenecía al chófer, un pequeño objeto que guarda un valor sentimental.

Ambas atraviesan un momento muy difícil, enfrentando un duelo que parece insuperable. El recuerdo de Isidro está presente en cada palabra y en cada gesto, y ahora, en medio del dolor compartido, ambas comienzan a hacerle frente a la pérdida, encontrando consuelo en la compañía mutua mientras inician su luto.